Imbécil "all inclusive"

-¡¡¡ Esclaaavos!!!, me voy una semana todo pago a una isla del Caribe mientras ustedes tienen que terminar los informes del mes y verle la cara de culo al jefe todos los días-. Así, a los gritos tal cual su costumbre, Hugo se preparaba para sus vacaciones soñadas. Un tipo desagradable, Hugo. Fanfarrón, egoísta y sobre todo insoportablemente agresivo en sus comentarios. Sobre otros, claro. Y así partió a su sueño en cuotas sin interés para pasar una semana "a toda orquesta" según sus palabras mientras Brenda, su esposa, abrigaba otro sueño. Ella creía que el viaje iba a hacer renacer su matrimonio desde la pasión y el romanticismo. No desde el sexo, que por cierto con una bestia como Hugo no era un placer sino más bien un ejercicio.
-Otra cerveza- ordenaba una y otra vez a todo volumen. -Está todo pago, carajo, ¿por qué se demoran tanto?- protestaba tirado sobre la reposera transpirando ese calor húmedo que los mediodías regalan por esas tierras. -No sirven para nada, no tienen puta idea de lo que es atender. Son vagos e indolentes y son tan lentos que me exasperan- le comentaba con su vozarrón a una decepcionada Brenda. -Pero Hugo, vos estás dele pedir y pedir tirado como un chancho y estos tipos están laburando al sol por dos pesos mientras montones de huéspedes no dejan de reclamar cosas- le respondía ella intentando conciliar.
Los días se fueron pasando entre las quejas, el maltrato y el malhunor de Hugo, la frustración de Brenda y el fastidio generalizado del personal del hotel. -¿Qué parte de "todo pago" no entendés? Papito pagó todo incluído asi que te me vas y me traés un plato de camarones o llamo a la gerencia- vociferaba Hugo en el comedor. A esta altura Brenda había perdido toda esperanza de que se cumplieran sus deseos. Hugo disputaba cada cosa atinente al servicio como de vida o muerte y eso la inundaba de verguenza. Ella sintió que su vida se estrelló en ese cinco estrellas, en el mar Caribe y en la putísima madre que lo parió a Hugo.
En la isla no tenían memoria de la entrada de tiburones en la zona de playas turísticas. Se dice que cuando uno entra es porque está absolutamente perdido. -¡¡Entrá, Brendaaaaa!! Dale, metete al agua que está caliente como pis- bramaba Hugo desde el mar. Tan acostumbrados estaban todos a sus gritos y fanfarronerías que nadie se percató del ataque del tiburón y menos, los trabajadores del complejo que organizaban una fiesta  "a toda orquesta"  para esa noche en la  playa.