19/7/14

BROLI




A todos aquellos que se quedaron con las ganas ( ¿ habrá alguno?) les comento que puedo enviar el libro a una dirección que me indiquen en CABA.
Envien un mail a larra@fibertel.com.ar y listo.

Gracias!!!

14/10/13

La vida en regla

Hay cosas que te marcan para toda la vida. Recuerdo que pasábamos los veranos con los chicos del barrio tirados en una esquina cualquiera haciendo lo que ahora anhelo: la nada misma. Esos veranos eran interminables. El tiempo nunca pasaba, parecía eterno. No como ahora que no sé cómo demorarlo aunque sea un par de horas.
Una de esas tardes, sería cualquiera porque eran todas iguales, (al menos hasta ese día) el Colorado se apareció con una larga regla de madera. Se sentó en el pasto y con la voz de quien pretende ser el centro absoluto, nos dijo: "Miren esto, giles. La regla tiene noventa centímetros. Hagamos de cuenta que vamos a vivir noventa años, entonces cada centímetro es un año". Debo reconocer que en ese momento el colorado logró la atención de todos y no sé por qué a mí se me empezó a formar un nudo en la garganta.
Siguió: "Vos, gordo, ¿cuántas horas dormís por día contando las siestas?"  le preguntó a Sebastián ante la carcajada general. "Y, ponele ocho, qué sé yo" respondió el gordo fastidiado. El colorado tomó la regla y con un golpe certero la cortó en el centímetro 30 y arrojó el pedazo que me cayó encima. "Treinta años durmiendo. ¿Cuánto tiempo pasaremos estudiando o trabajando? Haciendo un cálculo simple, contando que nos jubilamos a los 65".... y nuevamente partió la regla. Esta vez en el centímetro 50.
Así, para angustia de todos los que estábamos reunidos aquella tarde, el colorado siguió cortando pedacitos de la regla. Un par de centímetros para los tiempos muertos, otro para el transporte diario, algunos para los días en que nos enfermamos. Se detuvo un instante y sacó un pedacito más. Lo atribuyó al tiempo que pasamos en el baño. La regla se fue achicando inexorablemente mientras yo me espantaba con la demostración. Finalmente el colorado dejó los centímetros sobrantes de vida a la vista de todos y sentenció: "Ahí tienen lo que les queda para disfrutar, aprovechenlá". Luego  se levantó y se alejó como si fuera un profeta iluminado.
Lo sucedido esa tarde nos dejó en un estado depresivo y casi no nos atrevíamos a hablar del tema. Hasta que unas semanas después  nos enteramos de que el Colorado había muerto en un accidente de tránsito.
El gordo Sebastián levantó la mirada y dijo : "Un pelotudo importante el Colo, ¿no? Vamos a tomar un helado.

16/9/13

Derribando muros




Coincido plenamente con la frase "los miedos levantan muros" con la que Roger Waters le dá no solo la estética sino la profundidad  a su obra "The Wall". Muchos de los personajes de los relatos aquí expuestos exhiben esos miedos. Algunos apelan a soluciones extremas para derribar esos muros, otros simplemente no pueden cambiar nada.
"Derribando muros" se va a llamar el libro que voy a editar con todos los relatos de este blog. Va a ser una forma paradójica  de vencer algunos miedos propios y cerrar un círculo.  No se que vendrá después pero conociéndome es probable que empiece a tomar clases de danza clásica o ponga un taller de chapa y pintura.
Los tengo al tanto ya que habrá varios ejemplares que serán regalados entre uds. que en definitiva son los que me fueron animando a más.

Mientras esperan novedades les dejo un par de  videos caseros filmados por J. en ocasión de la visita de R.W. cuyo valor está dado además porque R. estaba en su panza. La de J., claro.





15/6/13

Ultimo tren a casa. (Obviamente un refrito)

Terror. Eso sintió al despertar y comprobar que estaba inmovilizado sobre las vías de un tren, en medio del campo, de noche. Atado fuertemente su cuello en un riel  y sus piernas en el otro. Frente a su vista un enorme reloj y un cartel que decía -Próximo tren a Sierra Verde a las 3.30-. El reloj marcaba las 2.30. En una hora sería decapitado. De nada servía gritar porque estaba en el medio de la nada. Una imensa luna bañaba dantescamente la escena. Su mirada llorosa se perdía en medio de miles de estrellas que por primera vez en su vida podía apreciar. Convengamos que, "apreciar," en ésta situación, es sólo posible en mi imaginación. No recordaba como había llegado a esta situación a excepción de aquellos tres parroquianos que lo interpelaron de mala forma. Morir de esa manera era terrible. Solo. Angustiado, no podía pensar nada más que en el ruido de una locomotora y en la muerte. Las 3.00. Media hora para entender, media hora para morir. Se orinó encima por el miedo y volvió a llorar.
De pronto tuvo un rapto de lucidez y comenzó a reir. Volvió a leer el cartel que anunciaba el próximo tren. Y rió con más fuerza. Respiró aliviado. Sabía que no había ningún tren por venir. Él mismo fue uno de los asesores que indujo a cerrar todos los ramales ferroviarios improductivos. Y fueron cerrados. No más trenes a Sierra Verde. Y esos pueblos de mierda que desaparezcan o se muevan en ómnibus.  Todo esto era una maldita broma macabra, ya se encargaría de encontrar a los culpables.
3.27. Comenzó a sentir una vibración en los rieles y un ruido seco. Se espantó. Hacia la izquierda una luz lo cegó y el ruido de una locomotora comenzó a aturdirlo. Cuando escuchó el pitido se paralizó, el temblor en los rieles fue aumentando, también el ruido a metal y la agonía.

Los bomberos recogieron los restos al día siguiente. Ningún tren llegó a Sierra Verde.

9/3/13

Hoy la mato

Llevó nerviosamente por enésima vez la mano derecha a su cintura para controlar si el arma estaba en su sitio. Cosas de principiante, nadie acostumbrado a llevar un revólver anda chequeándolo a cada rato.
Llovía y hacía un frío de cagarse. Miró la hora. Las tres de la mañana. Hacía casi dos horas que esperaba en esa calle oscura soportando no tanto las inclemencias del tiempo sino a su cabeza atormentada. No paraba de pensar y sus nervios no eran un buen condimento para lo que se proponía.

Ella llegaría de un momento a otro. Bajaría de un taxi como lo hacía siempre y caminaría unos metros hasta la entrada del viejo departamento. En ese trayecto la iba a interceptar y la mataría de una vez por todas. -Tengo que matar a esa perra- se decía a sí mismo desde hacía mucho tiempo. Y al fin, entre tanto miedo, tanta duda y tanta cobardía, había aparecido en él un rapto de decisión. Y no iba a dejarlo pasar, esa noche pondría fin a su pesadilla. Claro que comenzarían otras, y lo sabía. Patearía, al menos una vez, el tablero.

Volvió a mirar el reloj con impaciencia. Las tres y cinco. Puteó por lo bajo confirmando que el tiempo suele jugar con la vida de las personas y encendió un cigarrillo. Precavido, había comprado dos atados. Volvió a controlar la presencia del arma. No se aguantaba más. El corazón estaba acelerado por el deseo de terminar con lo que se había propuesto. -Ya está, hoy la mato-.

La odiaba tanto. Justo él que era un tipo tranquilo, racional, querido por todos, se vino a enredar con esta perra. Le cambió la vida. Hacía ya diez años que la conocía. Hacía nueve que la odiaba con toda su alma. Solo el primer año fue feliz. Luego fue un calvario. Fue perdiendo lentamente, pero sin pausa, todo lo que tenía. Hasta hoy. Quería oir claramente los balazos y disfrutar del momento, pero estaba tan sacado que lo mejor era hacerlo rápidamente y huir. Sentía que ese alivio le iba a devolver la dignidad perdida.

El taxi paró donde siempre. Una silueta femenina se recortó en la calle. Haciendo equilibrio con sus altísimos tacos ella metió una mano en su cartera para sacar las llaves, él se abalanzó a su encuentro.
Luego del susto, ella le sonrió.
-¿Que hacés a esta hora empapado y muerto de frío? Vení, vení conmigo que te hago un café y después,si tenés ganas, cogemos.

Sacó la mano de la cintura rápidamente. No sea cosa que ella note el revólver.
-Tengo que esconderlo -pensó. Luego la miró fascinado. -¿Me puedo quedar a dormir?- preguntó.

20/2/13

De lunes a viernes

-Todos los días, en algún momento, me viene a la cabeza la idea de matarlo-
Con esas palabras se despachó Emiliano en el almuerzo que compartía con sus cuatro compañeros de oficina del sector Contaduría. Cuatro caras aburridas tuvieron por un momento un brillo inusual en sus ojos cansados. Como si cada uno hubiera hecho propias las palabras de Emiliano.
Este reflejo no les pasó desapercibido y pronto comprendieron que todos en los oscuros rincones de sus pensamientos querían matarlo. A diario. Esa situación inesperadamente blanqueada obró como aglutinador de sus relaciones. Antes, apenas compartían alguna intimidad y la mayor parte de las conversaciones giraban en torno a cosas insustanciales, ahora compartían sus almuerzos con una sola temática que se había impuesto. Cómo asesinar al hijo de puta.
Tenemos identificados a los asesinos pero detengámonos un momento en la víctima. Uno se pregunta a veces cómo una persona puede generar tanto odio en otras personas solo por compartir una relación laboral. Sucede muchas más veces de lo que nos suponemos. Una relación laboral tortuosa en la que se comparten ocho o más horas diarias durante una suma de años insoportables debe generar necesariamente una violencia prolijamente guardada que algún día explota. O no, porque no debe dejarse a un lado que a veces una simple renuncia o la búsqueda de otros aires podría terminar con el problema. Pero parecería ser que en algunos casos, víctimas y victimarios necesitan ese ambiente asfixiante para justificar otras cosas de su vida. Me fuí por las ramas con la psicología y las descripciones, al fin y al cabo esto es un relato.
Y el relato nos dice que los cinco ahora mancomunados compañeros de oficina están planeando un asesinato y vaya potencia se genera cuando el objetivo los envuelve a todos. Los casi desganados empleados son una fuente inagotable de energía, alegría y hasta se notan cambios individuales que sorprenden. Otra vez se metió la psicología, prosigo.
Emiliano y sus cuatro aliados se decidieron por fin. Lo iban a envenenar. Y lo iban a hacer de modo que cada uno interviniera un día, de lunes a viernes los cinco pondrían veneno en su café. Emiliano había dedicado varios meses al estudio del método y trazó el plan perfecto, los otros cuatro se dejaron llevar por su liderazgo. El viernes luego del trabajo, el odiado comenzaría sus vacaciones por lo que seguramente, a decir de los ahora expertos asesinos, moriría durante su viaje. Emiliano vio cumplir a rajatabla sus instrucciones. Se reservó para él el turno del viernes. Los cinco terminaron la semana eufóricos.

A los quince días un jefe volvió a atormentar a los sufridos empleados. Nadie parecía sentir la ausencia de Emiliano quien había muerto la semana anterior de forma extraña. Nadie volvería a sembrar la idea de alterar la rutina conocida. Por eso mismo durante el almuerzo cuatro personas con poco brillo en sus ojos conversaban sobre el top-less de una famosa en la Costa Atlántica.






30/1/13

Las mismas sensaciones (refrito por vacaciones)

Antes de probar el resultado de tantos años de investigación Román suspiró. El vaso a medio llenar con ese líquido verde era todo su capital. El tiempo dedicado a experimentar con distintas sustancias alucinógenas y estimuladores cerebrales fue el mismo tiempo que escamoteó a los demás placeres. Conocía todo sobre el LSD y la mescalina. Durante las últimas pruebas pudo verificar que estaba muy pero muy cerca de un desenlace exitoso. El objetivo era lograr tal estimulación del cerebro que permitiera recrear una escena cualquiera de su vida, tal como fue vivida. No era un viaje al pasado, ni un intento de cambiarlo al estilo del "efecto mariposa". Era nada más y nada menos que sumergirse en una situación vivida y volverla a vivir. Volver a sentir exactamente lo que se sintió en tiempo real.
Para empezar había elegido aquel día de su infancia en que se robó un enorme chocolate y se lo devoró a escondidas. Tomó un sorbo del líquido, se recostó y los efectos aparecieron de inmediato. Cada pedazo en su boca, el paladar extasiado, las comisuras llenas de chocolate, el sentido de ese placer prohibido volvieron tal como se fueron hacía más de 45 años. Cuando despertó lloró de emoción. No solo lo había logrado, era además perfecto... a no ser por un pequeño detalle. Su boca tenía alguna mancha de chocolate. Eufórico tomó otro sorbo. Era el turno de remontarse al momento en que su equipo salió campeón. Huracán del 73. Revivió aquel partido de local que le permitió, pese a perder, dar la ansiada y única vuelta olímpica. Al despertar, la felicidad que sintió fue indescriptible. Pero había otro detalle, estaba totalmente afónico y llevaba puesto un gorrito de su club. El éxtasis era tal que no se detuvo mucho a pensar estas nimiedades. -Ya lo resolvería- se dijo. No hubo muchos momentos de absoluta felicidad en la vida de Román por lo que estaba trabado en la elección del próximo "viaje". Sólo le restaba líquido para una sola experiencia más y debía ponerse nuevamente a desarrollar la fórmula. Era elegir entre aquel día cuando se enfiestó con la prostituta en un viaje de trabajo a Brasil o bien el día, hace algunos años, en que su ex-mujer lo quiso asesinar sin que el arma funcionara. Eligió el último. El placer, según recordaba, había sido mayor. Tomó el brebaje, se recostó y de imediato apareció su mujer frente a él con toda su carga de reproches por una vida infeliz. Lo disfrutaba. Más se enfurecía ella, más placer él sentía. Hasta que ella sacó el arma e intentó dispararle.

La policía lo encontró muerto de un disparo en medio de la frente, con un  gorrito de Huracán y restos de chocolate en la boca. Ningún laboratorio pudo llegar a analizar lo que contenía el vaso. Los forenses nunca se pusieron de acuerdo en la fecha de su muerte. Algunos decían que había sido el día anterior......otros, hace varios años.